¡Alabado
sea Dios Nuestro Señor! Hoy, el Señor Jesús, me ha hablado y me ha dicho, que
no me preocupe, que Él, está en control y que todo lo que yo pida, no será
necesariamente lo que yo reciba, sino lo que Él tiene para mi planeado, que
siempre será lo mejor para mí.
¡Hoy es un
gran día! Jesús ha respondido a mi súplica y me mostrado su grandeza, porque yo
le pedí y el me ha concedido con Su presencia y aliento, lo mejor que él tiene
para mí.
Le pedí a
Dios trabajo, y me contestó, que el trabajo que Él tiene para mí, es su palabra
en el evangelio, que la difundiera a la primera oportunidad que tuviese.
Le pedí a
Dios salud y me contestó, que la salud está en el amor que yo proyecte para con
los demás, y que no dejase de amar en cada ocasión que pudiese.
Le pedí a
Dios, fortuna, y me contestó, que la fortuna está en los dones que me entrega
el Espíritu Santo y que los use para alabar Su santo nombre en cuanto lugar
estuviese.
Le pedí a
Dios paz, y me contestó, que la paz está en la verdad de su creación y que,
cualquiera que sea la circunstancia, que permanezca fiel a ella pues es de Su
propia esencia y que nunca la traicionase.
Le pedí a
Dios felicidad, y me contestó, que la felicidad solo puede encontrarse en la
humildad y que lo poco que tuviese, provenía de Él y que a cada momento lo
disfrutase.
Le pedí a
Dios alimento, y me contestó, que el alimento mejor está en su palabra bendita
de verdad, amor, humildad y perdón, con fe, esperanza y caridad y que lo
saborease.
Pequé y
sentí como Jesús me quitaba su mirada y quise excusarme ante Él y proponerle
mis propios caminos y Él me respondió con su silencio, aquel silencio que
proveniente de un buen amigo, quema y desgarra porque lo aleja y pierde.
Jesús es mi
mejor amigo, si acaso, el único amigo en el que siempre podré confiar y cuanto
me dolió perder su atención y no recibir sus bendiciones. Su cruz desapareció de
mi vista y la virgen lloró a mi presencia.
Me sentí,
desolado y el camino a la reconciliación se me presentó súbita e intempestivamente
y vi que Jesús me decía, ve y confiesa tus faltas y obtén la reconciliación a
través de la penitencia y la contrición, frente a un sacerdote que éste, estará
representándome para tu absolución y recibe Mi cuerpo en la Eucaristía para
estar nuevamente plenamente contigo.
Me confesé
y encontré nuevamente Su palabra y Su presencia divina y Su cruz bendita y
humilde se me ofreció y puedo nuevamente experimentar sus misericordias, la virgen
María, me sonrió y pude experimentar su amor de madre misericordiosa y buena. Sentí
que había recuperado mi mejor amigo.
Hoy, voy a
recibir la sagrada comunión y tendré nuevamente presente en mí a mi mejor
amigo.
Este es mi
testimonio de hoy, un gran día, de mucha felicidad, porque Cristo ha respondido
a mis súplicas y me ha respondido.
Gracias
Dios mío por todo lo que me das sin yo merecer absolutamente nada.
¡Bendito y
alabado seas por siempre Señor Jesús!