(Tomada de Adonai, por correo electrónico, yj_adonai@yahoo.es)
Una mujer que sufre las terribles consecuencias de haber abortado decidió contar su experiencia a la organización "Provida" de España, a la vez que solicitó que la misiva fuera difundida por la página web de la entidad, para así servir de advertencia para otras mujeres.
La carta, difundida por Provida ( www.provida.es ), que posee un servicio de asistencia a distancia, está escrita por una mujer que desde Navidad viene siendo asistida por la organización a través del correo electrónico.
En ella, la autora describe así su desgarradora experiencia:
"Veréis, son las siete menos cuarto de la mañana del 25 de diciembre del 2000, otra noche más en blanco. Hace cuatro días, a pesar de todo, dormía, aunque mal mejor. Ahora el sueño es una utopía. Tengo 31 años y he matado deliberadamente a mi hijo".
La anónima autora relata que cuando supo que estaba embarazada decidió no contárselo a nadie, ni siquiera a su novio, con quien estaba pasando un tiempo en Estados Unidos. "Pasé un mes y medio de angustia controlada, fingiendo que todo iba bien, pero estaba embarazada y angustiada. Todas mis preguntas eran, ¿Qué voy a hacer? ¿engordaré? ¿se me notará? ¿que voy a hacer yo con un niño?", explica.
"Absurda, completamente absurda, egoísta, estúpida, calculadora y fría como un témpano. Volví a España tan pronto como pude, calculando el tiempo que tenía para llevar a cabo mis planes: librarme de aquello que me incordiaba", sigue la mujer con su relato.
Al día siguiente de su llegada, la mujer se dirigió a la clínica acompañada de una amiga, con quien hablaba "de todo, contándole que yo no quería ni muerta llevar a cabo aquel embarazo, que era una pesadilla, e intercalando temas triviales, como si estuviera a punto de ir al dentista. !Dios santo! que imbécil soy. Ahora, cada minuto pienso en mi niño, pienso que soy egoísta, fría, criminal... no puedo dejar de pensar en ello".
La autora de la desgarradora carta señala que poco después del aborto se dio cuenta que hubiera podido salir adelante "como tantas y tantas mujeres".
"Ni siquiera se lo conté a mi novio, que me quiere, que me respeta… por miedo a que me dijera que adelante, que tuviera el niño... Y ahora, quién me perdonará esto? Mi niño ya no está, yo estoy vacía, completamente vacía".
Con evidente dolor y una desesperanza que "Provida" ha venido sanando a través de un diálogo vía correo electrónico, la autora de la carta señala que "quiero que Dios me perdone, pero creo, que lo que he hecho es tan duro, tan cruel, tan bestial, que ni siquiera Dios puede perdonarme. Ni mi niño, que no ha tenido la oportunidad de ver el sol, ni el mar, ni de respirar... de nada".
"He sido su juez y le he condenado a muerte sólo por el hecho de ser, de estar dentro de mi, ¡¡¡pobrecito mío!!!! mi niño, por el que ahora estoy llorando, y del que no tenía conciencia antes", agrega la angustiada misiva. "Ahora le pido perdón, con todo el dolor de mi alma y me sigo sintiendo mal, cada vez peor. No sé por que no salí adelante, con mi tripita, tan contenta".
"Ahora le pongo carita, lo veo en cualquier sitio, el pobre, mi niño, estaba ahí, sin hacer nada, tan solo estando, sin saber nada, sin pedir nada, estaba por que sí, pero estaba, ahora ya no está, no se donde está, no se lo que siente... sólo quiero que esté bien, a salvo de mí", agrega la conmovedora carta.
Reflexionando sobre su situación, la mujer agrega: "no creo que esté neurótica, sólo pienso que he liquidado textualmente a mi propio hijo y me siento sola, vacía e insensible. Incluso pienso que no sé si alguna vez sabré ser madre. Necesitaré ayuda por muchos años, y creo que no lo olvidaré jamás".
La terrible autocensura, que el personal de "Provida" ha venido combatiendo en la autora de la misiva, se expresa en nuevas preguntas: "¿Por qué no me hice cargo? ¿por qué no le dejé vivir? ¿por qué he sido tan calculadora?... ¿Sólo hay un ‘por qué’ con respuesta: ¿por qué me siento tan mal? Es sencillo, porque lo he matado, sin pensarlo apenas, sin el más mínimo remordimiento inicial, pero ahora me gustaría tenerlo dentro de mí, creciendo, esperando su momento para llegar al mundo, y esperar el momento de tenerlo entre mis brazos, de besar esa piel tan suave que tienen los bebés, de decirle que es mi hijo y que le quiero, que le cuidare ¡ya no puedo! mi niño o mi niña no está, lo maté, y yo sigo caminando, y el mundo se sigue moviendo sin el, sin ella, y yo ya no soy la misma, ahora no me quiero, me desprecio profundamente, ahora cuando ya no tiene solución me arrepiento... ya ves que estúpida, que inútil, ahora lo quiero sentir, como antes".
La carta concluye con una terrible nota de desesperanza: "Pero ya, no puede ser... espero mi niño, que algún día me puedas perdonar… yo no me lo perdonaré mientras viva".