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Tuesday, July 27, 2010

Uno a Uno

El alcance de nuestra caridad, de nuestro amor, de nuestra labor social, tiene limites muy distantes y remotos. Sin embargo, como en cada jornada, el proceso empieza desde donde se encuentra uno presente y vivo en la verdad de su propia existencia. El punto de partida siempre está donde está uno y es en ese punto en donde empiezan nuestras vivencias, desde donde comienza el encuentro con nuestras experiencias. Nuestro trayecto será definido, trazado, en la dirección que nosotros decidamos como la mas apropiada y de acuerdo al sentido que queramos darle a nuestro camino.


Como en cada jornada el proceso de amar tiene que empezar desde uno y propagarse, diseminarse, desde ese punto hacia todas las direcciones, sin contemplaciones de ninguna clase, categoría o naturaleza. El amar es el proceso de dar, sin esperar recibir retribución o recompensa, sin esperar recibir, única y exclusivamente, dar.

El proceso de evangelización desde el mandato divino de Jesús, ha envuelto siempre ese proceso. El llevar la palabra de Dios, la verdad del evangelio, consiste en dar ese amor y esa verdad, entregando la fuerza de la fe a nuestro prójimo, la esperanza de la resurrección y la caridad como vehiculo de salvación.

Mientras que es ciertamente importante el mantener la perspectiva respecto a lo que el desarrollo de las comunicaciones, de todo tipo, permite en nuestros días, es mas importante aun, el mantener la perspectiva de la verdad de nuestra propia existencia, el hecho de la misión que tenemos cada uno de nosotros dentro del plan de Dios.

El negarnos esa verdad, de ser participes del plan de Dios que es el de amor universal para todos y cada uno de nosotros los humanos, para nuestra salvación y gozo de la eternidad adorando a nuestro creador; significaría el negarnos la propia humanidad y por tanto remover de nosotros la identidad de ser, ya que nuestra relación con Dios, se trunca y es obstaculizada por la idea de no ver mas allá de nosotros mismos.

No basta pues el tratar de apaciguar nuestras inquietudes, poniendo la caridad solo al alcance de lo que el nos va a mantener distanciados de los receptores de nuestro amor, o asimismo, conceder la acción de dar a intermediarios fáciles o prácticos. El amor debe de ser absoluto en su entrega y universal en su alcance y tanto o mas importante es el ofrecer nuestra caridad a los mas aledaños a nosotros que el amor a larga distancia.

El amor tal cual Cristo nos lo indicase, debe de ser anónimo en el no buscar ser visto, pero eso no obstruye el poder amar a los mas cercanos sin alardes ni propaganda. Amar no es solo dar dinero o regalar bienes materiales a los necesitados, sino es el erradicar la miseria en su peor forma que es la liberar a través de la palabra, a aquellos perdidos en la obscuridad del egoísmo, mediante el ofrecimiento de la verdad absoluta.

La verdad completa no la conoce sino Dios, pero ciertamente, nuestra capacidad de discernir y los dones del Espíritu Santo, nos equipan para distinguir lo que es real y lo que no lo es y el punto inicial, la verdad fundamental es que esta es absoluta y por tanto no debemos vislumbrarnos por lo relativo de supuestas verdades ofrecidas a nosotros, por ignorancia o por motivos siniestros, motivados por otros intereses.

El amor es tan inmenso que lo abarca todo y se presenta en muchas formas y facetas y en todas requiere el abandono del yo, como centro de nuestras expectativas. El amor es lo diametralmente opuesto al egoísmo y el egoísmo es lo diametralmente opuesto al amor.

Amar a Dios primero y por encima de todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Estos mandamientos envuelven a los diez mandamientos de la ley de Dios y definen esencialmente nuestra existencia. Vivir para amar a Dios primero, para ser fieles a su verdad, única y absoluta y a nuestro prójimo como a nosotros mismos para dar fe a esa verdad.

Amamos a nuestros conyugues y amamos a nuestros hijos y asimismo debemos amar a nuestro vecino y nuestros amigos y empleados y subalternos y jefes y a los pobres aquí y allá y a todos; como nos amamos a nosotros mismos.

Dar sin esperar recibir nada a cambio