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Friday, October 8, 2010

Ricos y pobres


Cuando escuchamos ciertos políticos predicar sus soluciones, es interesante apreciar como esas ‘soluciones’ regularmente, ofrecen el asaltar a la riqueza para ‘financiar’ a la pobreza.
La idea detrás de esta propuesta, pretende forzar una distribución de la riqueza del rico para el aparente beneficio del pobre, ofreciéndole a éste el ideal de ver su vida enriquecida, aunque sea a costa de las riquezas de otro, removidas involuntariamente.
El pobre quiere ser rico y el rico no quiere ser pobre pues difícilmente será que el pobre quiera permanecer pobre queriendo el rico unírsele en su situación y condición. Sin embargo, esa precisamente, aparenta ser la premisa promovida por aquellos que predican dicha distribución de las posesiones de los acaudalados.
A los ricos les será muy difícil entrar en el reino de los cielos, tan difícil como hacer pasar un camello por el ojo de una aguja. Para Dios sin embargo, no hay nada imposible. El problema no está en el ser rico sino en el que hacer con el aparente poder que otorga la riqueza.
Ciertamente que el ser rico no es un vehiculo a la felicidad sino a una gran responsabilidad la cual no es de hacer rico al pobre sino de darle la dignidad requerida para que pueda satisfacer como un ser humano amado de Dios sus necesidades mas primarias, pero de su propia fe y obra, por la misericordia de todos.
Cuando el pobre es timado hacia buscar el debacle del rico en un sentimiento de odio o revancha hacia éste; el pobre no expresa su dignidad sino por el contrario, su inhumanidad ya que súbita y automáticamente convierte al rico en su victima mientras que hace aflorar en él o ella, su deseo de mantenerse en la pobreza, agudizándola aun mas porque enfatiza la pobreza mas cruenta que es la falta de dignidad.
Es mas feliz el que necesita menos no el que tiene mas. He ahí pues el objetivo real de la búsqueda de la riqueza, la cual radica obviamente en lo buscado mas que el sujeto por medio del cual se es buscado.
La dignidad del ser humano, esta en su individualidad frente a Dios, creado a Su imagen y semejanza y en la libertad que Él nos ha dado. No está pues contenida en ninguna hoja bancaria o en el inventario de posesiones materiales sino en el ser humano.
Esa dignidad no debe ni puede constituirse en una dependencia de lo que a otros se aplique o a otros se imponga. Todos somos amados de Dios y por tanto todos somos iguales frente a Él, no entre nosotros, sino frente a Él.
La mentalidad que propone soluciones colectivas en las cuales el individuo es forzado contra su voluntad o en trueque por sus libertades básicas, a entregar su dignidad a favor de una aparente felicidad construida en base a lograr posesiones materiales o a forzar igualdades antojadizas entre meros peones en el ajedrez que solo las elites se permiten jugar, sacrificables y desechables como objetos útiles a ulteriores propósitos.
Las soluciones colectivas requieren de lideres a los cuales servir por lo que es requisito indispensable el negociar la dignidad del individuo por los beneficios colectivos.
No es pues ni misterioso ni asombroso que sean estas sociedades colectivas ‘avanzadas’ las que a su vez promuevan el asesinato sistemático de niños no nacidos o ancianos o desvalidos bajo la pantalla de la arquitectura social de la cual solamente ellos entenderán porque sus bondades solo existirán en sus mentes y propósitos.
Amar a Dios y al prójimo no es someterse a una ansiedad colectiva sino participar como individuo digno y pensante para el bien común y la justicia social, términos, repetidamente mencionados y abusados por aquellos arquitectos que quieren de todos dejar de ser humanos para convertirse en lacayos de sus ambiciones.
Asimismo no sorprende ni asombra el que se ataque la familia desde el matrimonio tratando de transformarlo de una unión entre un hombre y una mujer en un compromiso frente a Dios y hasta que la muerte los separe a una burla en la cual esa unión se hace posible entre quien sea con quien sea y con el solo aparente propósito de destruir la legitimidad de la unión conyugal y su pureza intrínseca, lo que no solo incluye las uniones entre homosexuales del mismo sexo, sino también a los que practican y promueven el adulterio ya que en ambos casos, es la familia la que sufre y se deteriora hacia concepciones idealistas de egoísmo y vanidad.
La dignidad humana no se puede confundir con un pretendido orgullo de ser lo que Dios no quiere que seamos pues es precisamente algo muy diferente y de hecho mejor; el ser lo que Dios tiene la intención que seamos.
Dios no nos ha abandonado ni nos abandonará jamás, sino que siempre estará buscándonos, por tanto no es prerrogativa nuestra el buscar ‘soluciones’ propias a los predicamentos que nos presenta la vida, especialmente si éstos son precisamente de nuestra propia hechura y motivación careciendo de la intervención y participación de Dios, sin contar con Él.
Ricos y pobres habrán por siempre y el problema será la relación entre ellos y no su existencia y la solución estará, como para todo en la verdad y en el amor que exista en esa relación entre ambos como individuos y si el pobre pasa a ser rico o viceversa, pues solo mientras que sean el amor y la humildad los que persistan y perseveren y nuestra humanidad sea mantenida en base a ello, no tiene porque haber fricción o conflicto, especialmente porque los unos pueden algún día convertirse en los otros y por que los unos pueden velar por los otros y esto ultimo, va en ambas direcciones.
La ‘causa’ revanchista o reivindicadora de ciertos lideres obedecen mas a su propio deseo de emerger transformándose en elites privilegiadas o prevalentes que al deseo de hallar el bien común o menos aun la justicia social. No puede existir ni el uno ni el otro mientras que el ser humano no busque en su relación con Dios la solución a sus problemas en vez de tratar de satisfacer sus vacíos con las penas ajenas, lo cual es aplicable por igual partida para ricos y pobres.
El individuo posee la virtud de llevar su vida adonde quisiese, gracias a los dones del Espíritu Santo, los cuales nos equipan para los logros mas asombrosos, pero será solo nuestro agradecimiento a Dios en esa relación directa que mantenemos con Él como individuos lo que nos permitirá lograrnos como tales, como seres humanos dignos.
La libertad que Dios nos ha dado, de ser libres y poder decidir por cuenta propia hacia donde queremos ir, requiere del compromiso de la responsabilidad de encarar las consecuencias de nuestras decisiones. No hay libertad posible cuando esa responsabilidad se ignora a favor de hacer a otros cargar el peso de nuestras fallas.
La Santa Cruz de Cristo nos demostró precisamente lo que ser Dios significa y hasta donde es capaz de llegar Su amor, si tan solo nosotros estamos dispuestos a responder a ese amor.