Se dijeron los impíos: "Acechemos al justo, que nos resulta incómodo:
se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende
nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el
desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará
del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la
tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos
a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él."
(Sabiduría 2, 12. 17-20)
Salmo 53
El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios,
escucha mi súplica,
atiende mis palabras.
Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me
persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un
sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno.
Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda
clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además,
es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras,
constante y sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto
es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre
vosotros?¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros?
Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os
combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís,
porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.
(Santiago 3, 16-4, 3)