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Friday, April 19, 2013

El Pan Eucarístico

El Pan Eucarístico

Evangelio según san Juan 6,52-59

Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.



Oración introductoria

Jesús mío, ¡gracias!, por estar presente en la Eucaristía y por darme la posibilidad de poder recibirte en mi interior. Yo solo no puedo corresponder a tanto amor y misericordia, por eso te pido que me muestres, en esta oración, tu voluntad, el camino que he de seguir para poder recibirte dignamente en mi corazón.

Petición

Jesús, no soy digno de que vengas a mí, pero una palabra tuya bastará para sanarme. ¡Ven Señor!

Meditación del Papa

Pero qué comporta para nuestra vida cotidiana este partir de la Eucaristía para reafirmar la primacía de Dios? La comunión eucarística, queridos amigos, nos arranca de nuestro individualismo, nos comunica el espíritu del Cristo muerto y resucitado, nos conforma a Él; nos une íntimamente a los hermanos en ese misterio de comunión que es la Iglesia, donde el único Pan hace de muchos un solo cuerpo, realizando la oración de la comunidad cristiana de los orígenes recogida en el libro de la Didajé: "Como este pan partido estaba diseminado por las colinas y, recogido, se convirtió en una cosa sola, así tu Iglesia, desde los confines de la tierra sea reunida en tu Reino". La Eucaristía sostiene y trasforma toda la vida cotidiana. Como recordaba en mi primera encíclica, en la comunión eucarística está contenido el ser amados y el amar a nuestra vez a los demás, por lo que "una Eucaristía que no se traduzca en amor concretamente practicado está fragmentada en sí misma". (Benedicto XVI, 11 de septiembre de 2011).