Hoy en
Norte America, Europa y básicamente en todos los países con cierto grado de ‘desarrollo’
la inmigración, o el movimiento de gentes y familias de uno a otro país, se
perfila como un problema para la política de turno.
¿Por qué problema?
Porque una
cantidad respetable de ese flujo de gente en movimiento, lo hace en forma ‘ilegal’.
Existen países
en donde la inmigración es necesaria puesto que están relativamente despoblados
y necesitan de más recursos humanos para cubrir las necesidades de sus
diferentes medios de producción. Por supuesto que en muchos países en estos días,
debido a los esfuerzos desplegados para el control de la natalidad bajo los tabúes
poblacionales, así como la promoción de esa calamidad criminal que es el aborto;
el crecimiento poblacional se ve desafiado seriamente. Los políticos encuentran
necesario el impulsar el crecimiento permitiendo la entrada ‘legal’ de muchos
otros inmigrantes, no todos ellos del tipo esperado. Son esos mismos políticos
los que llegan a alterar la fibra cultural de la sociedad con el fin de ofrecer
una imagen de ‘aceptación’ al inmigrante trasgrediendo esa barrera cultural. Es
importante mencionar la forma en que estos mismos políticos tienen a distraer
la atención a los problemas económicos internos, recibiendo inmigrantes
adinerados, los cuales rara vez corresponden a aquellos que desean dar en vez
de recibir.
La libertad
de movimiento es una de las libertades básicas del ser humano. Bajo esa
premisa, la inmigración no debería ser restringida ya que cualquier atentado de
hacerlo constituye una violación a la libertad del individuo.
Pero la política
ha generado serias diferencias entre uno y otro país y como consecuencia, ha
ocasionado el que se impongan leyes encarriladas a establecer una diferencia
legal entre unos y otros seres humanos debida a una serie de factores en su
mayoría extraños al concepto y a la realidad misma de la gente o de la nación recipiente
de ese flujo humano.
Existen dos
clases de inmigrantes, y solo dos clases, y estas no son legales e ilegales. Las
dos clases de inmigrantes son:
Aquellos
que migran a otros medios con el afán de surgir, prosperar y triunfar, con
miras a mejorar su potencial y encontrar nuevas oportunidades. Los que quieren
dar.
Aquellos
que migran con la intención de buscar que se ocupen de ellos, explotando leyes
sociales y, confiados a que el sistema sea el que los abrace y mime. Suena un
poco duro, pero es justo decirlo así porque es una diferenciación que obedece a
la actitud y determinación misma del migrante y no apunta específicamente a
nadie en particular. Si alguien toma esto como ofensa, debería de estar en el
otro lado.
El presidente
estadounidense John F. Kennedy habló así a su pueblo aleccionandolo:
“No es lo
que tu país pueda hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por tu país”
Esa es
precisamente la diferencia y esa es la única distinción entre el buen
inmigrante y el malo.
Pero a los políticos
no les viene a bien el ser tan objetivos porque de otra manera carecería de
argumentos su palabrería para alegar sobre lo uno o lo otro.
No existe
duda alguna sobre la capacidad moral, ética y funcional de los inmigrantes.
Todos los que han tomado oportunidades y las han sabido aprovechar, y los
numerosos casos de inmigrantes, provenientes de toda condición o estrato
social, que han salido triunfantes en ambientes realmente adversos, demuestran
que está en el individuo su voluntad y capacidad de triunfar. El deseo de
trabajar y una actitud positiva frente a las vicisitudes de la vida, son la
fuerza natural que impulsa ese triunfo.
Lamentablemente,
la otra clase de inmigrante se ha hecho asimismo notar y se ha considerado
triunfo, lo que en realidad es sino consentimiento político. Porque el mal político
quiere de los inmigrantes y mas específicamente de los ‘ilegales’, su
compromiso en las urnas o mas claro; su voto. Es un fraude electoral que… toca
al corazón porque es como se venden, como compasionados caballeros de bondad
hacia esa clase, la de los inmigrantes.
La sociedad
está formada por individuos, pero algunos sectores políticos quieren
tergiversar esa verdad y convertirla en sociedades formando individuos. Contra
el argumento natural respecto a esta verdad, la política presenta a los
individuos como incapaces de velar por sí mismos, con frecuencia estableciendo
diferencias que promueven clases y por lo que se propone un tipo de elitismo
que empuja al político por encima del individuo común, haciéndole a este creer
que no existe forma de surgir en ningún ambiente, sin el apoyo del sistema que
los políticos generan y mantienen, regularmente a un costo económico y social
muy alto. Esos sistemas son notables por lo cargados que aparecen estar de
recursos, pero con muy pocos resultados porque al final, será el individuo el
arquitecto de su propia prosperidad. De otra manera, habría que confiarse en
los patrones que presenta el político como genuinos mientras que será esta vez
el mercado quien decidirá eso.
La dirección
social se diferencia asimismo entre dos tendencias; aquellas que van desde el
individuo a la sociedad y aquellas que van desde la sociedad al individuo.
Nótese que en
la una, la primera mencionada; siendo la base el individuo, sus armas
corresponden a las virtudes teologales del cristianismo; la fe la esperanza y
la caridad, mientras que la segunda, corresponde precisamente a lo contrario;
miedo o temor, desesperanza y bueno, siendo la caridad el amor, lo contrario a
este es egoísmo.
Creados por
Dios a Su imagen y semejanza, somos individuos con identidad y dignidad propia
y por tanto dependemos de nuestra fe en Dios, nuestro creador y padre celestial
y Jesus, con la resurrección, nos abrió el camino de la esperanza, además de
ofrecernos esos dos mandamientos tan claros y simples; amar a Dios primero y
con toda la intensidad de nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Somos
individuos destinados a amar.
Pero no
dejemos de lado el objeto de este ensayo que es la inmigración y si es ciertamente
un problema y para quien.
Hay
personas que, aquí o allá; no cumplen con sus deberes y responsabilidades de ciudadanos.
Esto sin consideración a ser o no inmigrantes. Hay los otros sin embargo que
donde estén, son consientes de sus responsabilidades ciudadanas y cívicas para con
la tierra que es su hogar o para con la que los acoge y ofrecen desde su integración
a la vida del lugar, pública o privada, hasta su absoluta entrega a la sociedad
que los recibe.
La política
ha hecho del tema de la inmigración una lucha entre grupos que no son
genuinamente los adecuados o reales.
El problema
de la legalidad de los inmigrantes está institucionalizado como tal debido a las
condiciones demandadas por la política, sindicatos gremios, o sencillamente aquellos
individuos que insisten en buscar de la sociedad lo que ésta pueda hacer por
ellos.
No es
problema proveniente de la sociedad, la cultura, el mercado, o por ninguna otra
cosa. No es la legalidad del inmigrante lo que hace al mal inmigrante sino su
actitud asumida frente al reto de encarar una nueva vida, para el como individuo
y para su familia.
El hogar de
uno está donde Dios lo lleve y el plan de Dios para con éste es no de perturbar
la sociedad sino de enriquecerla con su contribución a ella.