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Saturday, July 13, 2013

Ese dolor de cabeza que es la ‘inmigración’

Hoy en Norte America, Europa y básicamente en todos los países con cierto grado de ‘desarrollo’ la inmigración, o el movimiento de gentes y familias de uno a otro país, se perfila como un problema para la política de turno.
¿Por qué problema?
Porque una cantidad respetable de ese flujo de gente en movimiento, lo hace en forma ‘ilegal’.

Existen países en donde la inmigración es necesaria puesto que están relativamente despoblados y necesitan de más recursos humanos para cubrir las necesidades de sus diferentes medios de producción. Por supuesto que en muchos países en estos días, debido a los esfuerzos desplegados para el control de la natalidad bajo los tabúes poblacionales, así como la promoción de esa calamidad criminal que es el aborto; el crecimiento poblacional se ve desafiado seriamente. Los políticos encuentran necesario el impulsar el crecimiento permitiendo la entrada ‘legal’ de muchos otros inmigrantes, no todos ellos del tipo esperado. Son esos mismos políticos los que llegan a alterar la fibra cultural de la sociedad con el fin de ofrecer una imagen de ‘aceptación’ al inmigrante trasgrediendo esa barrera cultural. Es importante mencionar la forma en que estos mismos políticos tienen a distraer la atención a los problemas económicos internos, recibiendo inmigrantes adinerados, los cuales rara vez corresponden a aquellos que desean dar en vez de recibir.
La libertad de movimiento es una de las libertades básicas del ser humano. Bajo esa premisa, la inmigración no debería ser restringida ya que cualquier atentado de hacerlo constituye una violación a la libertad del individuo.
Pero la política ha generado serias diferencias entre uno y otro país y como consecuencia, ha ocasionado el que se impongan leyes encarriladas a establecer una diferencia legal entre unos y otros seres humanos debida a una serie de factores en su mayoría extraños al concepto y a la realidad misma de la gente o de la nación recipiente de ese flujo humano.
Existen dos clases de inmigrantes, y solo dos clases, y estas no son legales e ilegales. Las dos clases de inmigrantes son:
Aquellos que migran a otros medios con el afán de surgir, prosperar y triunfar, con miras a mejorar su potencial y encontrar nuevas oportunidades. Los que quieren dar.
Aquellos que migran con la intención de buscar que se ocupen de ellos, explotando leyes sociales y, confiados a que el sistema sea el que los abrace y mime. Suena un poco duro, pero es justo decirlo así porque es una diferenciación que obedece a la actitud y determinación misma del migrante y no apunta específicamente a nadie en particular. Si alguien toma esto como ofensa, debería de estar en el otro lado.  
El presidente estadounidense John F. Kennedy habló así a su pueblo aleccionandolo:
“No es lo que tu país pueda hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por tu país”
Esa es precisamente la diferencia y esa es la única distinción entre el buen inmigrante y el malo.
Pero a los políticos no les viene a bien el ser tan objetivos porque de otra manera carecería de argumentos su palabrería para alegar sobre lo uno o lo otro.
No existe duda alguna sobre la capacidad moral, ética y funcional de los inmigrantes. Todos los que han tomado oportunidades y las han sabido aprovechar, y los numerosos casos de inmigrantes, provenientes de toda condición o estrato social, que han salido triunfantes en ambientes realmente adversos, demuestran que está en el individuo su voluntad y capacidad de triunfar. El deseo de trabajar y una actitud positiva frente a las vicisitudes de la vida, son la fuerza natural que impulsa ese triunfo.
Lamentablemente, la otra clase de inmigrante se ha hecho asimismo notar y se ha considerado triunfo, lo que en realidad es sino consentimiento político. Porque el mal político quiere de los inmigrantes y mas específicamente de los ‘ilegales’, su compromiso en las urnas o mas claro; su voto. Es un fraude electoral que… toca al corazón porque es como se venden, como compasionados caballeros de bondad hacia esa clase, la de los inmigrantes.
La sociedad está formada por individuos, pero algunos sectores políticos quieren tergiversar esa verdad y convertirla en sociedades formando individuos. Contra el argumento natural respecto a esta verdad, la política presenta a los individuos como incapaces de velar por sí mismos, con frecuencia estableciendo diferencias que promueven clases y por lo que se propone un tipo de elitismo que empuja al político por encima del individuo común, haciéndole a este creer que no existe forma de surgir en ningún ambiente, sin el apoyo del sistema que los políticos generan y mantienen, regularmente a un costo económico y social muy alto. Esos sistemas son notables por lo cargados que aparecen estar de recursos, pero con muy pocos resultados porque al final, será el individuo el arquitecto de su propia prosperidad. De otra manera, habría que confiarse en los patrones que presenta el político como genuinos mientras que será esta vez el mercado quien decidirá eso.
La dirección social se diferencia asimismo entre dos tendencias; aquellas que van desde el individuo a la sociedad y aquellas que van desde la sociedad al individuo.
Nótese que en la una, la primera mencionada; siendo la base el individuo, sus armas corresponden a las virtudes teologales del cristianismo; la fe la esperanza y la caridad, mientras que la segunda, corresponde precisamente a lo contrario; miedo o temor, desesperanza y bueno, siendo la caridad el amor, lo contrario a este es egoísmo.
Creados por Dios a Su imagen y semejanza, somos individuos con identidad y dignidad propia y por tanto dependemos de nuestra fe en Dios, nuestro creador y padre celestial y Jesus, con la resurrección, nos abrió el camino de la esperanza, además de ofrecernos esos dos mandamientos tan claros y simples; amar a Dios primero y con toda la intensidad de nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Somos individuos destinados a amar.
Pero no dejemos de lado el objeto de este ensayo que es la inmigración y si es ciertamente un problema y para quien.
Hay personas que, aquí o allá; no cumplen con sus deberes y responsabilidades de ciudadanos. Esto sin consideración a ser o no inmigrantes. Hay los otros sin embargo que donde estén, son consientes de sus responsabilidades ciudadanas y cívicas para con la tierra que es su hogar o para con la que los acoge y ofrecen desde su integración a la vida del lugar, pública o privada, hasta su absoluta entrega a la sociedad que los recibe.
La política ha hecho del tema de la inmigración una lucha entre grupos que no son genuinamente los adecuados o reales.
El problema de la legalidad de los inmigrantes está institucionalizado como tal debido a las condiciones demandadas por la política, sindicatos gremios, o sencillamente aquellos individuos que insisten en buscar de la sociedad lo que ésta pueda hacer por ellos.
No es problema proveniente de la sociedad, la cultura, el mercado, o por ninguna otra cosa. No es la legalidad del inmigrante lo que hace al mal inmigrante sino su actitud asumida frente al reto de encarar una nueva vida, para el como individuo y para su familia.  

El hogar de uno está donde Dios lo lleve y el plan de Dios para con éste es no de perturbar la sociedad sino de enriquecerla con su contribución a ella.