EL CAMINO DE MARIA . EDICION 841. VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA FRANCISCO A ALBANIA. NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
''Había preparado unas
palabras para decirles, y se las entregaré al arzobispo para que se las haga
llegar."
"Pero ahora, quisiera decirles otra cosa… Hemos escuchado en la Lectura:
''Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y
Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios'' . Es el texto sobre el que la Iglesia
nos invita a reflexionar en la Vísperas de hoy. En estos dos últimos meses, me
he preparado para esta visita leyendo la historia de la persecución en Albania.
Y para mí ha sido una sorpresa: no sabía que su pueblo había sufrido tanto.
Después, hoy, en el camino del aeropuerto a la plaza, todas esas fotografías de
los mártires: se nota que este pueblo guarda aún memoria de sus mártires, que
tanto sufrieron. Un pueblo de mártires… Y hoy al principio de esta celebración,
he tocado a dos. Lo que les puedo decir es lo que ellos han dicho con su vida,
con sus palabras sencillas''.
''Contaban las cosas con una sencillez… pero con mucho dolor. Y nosotros les
podemos preguntar: ''¿Cómo han conseguido sobrevivir a tanta tribulación?''. Y
nos dirán lo que hemos oído en este pasaje de la Segunda Carta a los Corintios:
''Dios es Padre misericordioso y Dios de toda consolación. Él nos ha
consolado''. Nos lo han dicho con esa sencillez. Han sufrido demasiado. Han
sufrido físicamente, psíquicamente y también esa angustia de la incertidumbre:
si los iban a fusilar o no, y así vivían, con esa angustia. Y el Señor los
consolaba… Pienso en Pedro, en la cárcel, encadenado, con las cadenas; toda la
Iglesia pedía por él. Y el Señor consoló a Pedro. Y a los mártires, y a estos
dos que hemos escuchado hoy, el Señor los consoló porque había gente en la
Iglesia, el pueblo de Dios –las viejecitas santas y buenas, tantas religiosas
de clausura…– que rezaban por ellos. Y éste es el misterio de la Iglesia:
cuando la Iglesia pide al Señor que consuele a su pueblo; y el Señor consuela
humildemente, incluso a escondidas. Consuela en la intimidad del corazón y
consuela con la fortaleza.''
''Ellos –estoy seguro– no se enorgullecen de lo que han vivido,
porque saben que ha sido el Señor quien los ha sostenido. Pero nos dicen algo.
Nos dicen que para nosotros, que hemos sido llamados por el Señor a seguirlo de
cerca, la única consolación viene de Él. Ay de nosotros si buscamos otro
consuelo. Ay de los sacerdotes, de los religiosos, de las religiosas, de las
novicias, de los consagrados cuando buscan consuelo lejos del Señor. No quiero
''fustigarlos'', hoy, no quiero convertirme en ''verdugo'', pero tengan la
certeza de que si buscan consuelo en otra parte no serán felices. Más aún: no
podrás consolar a nadie porque tu corazón no se ha abierto al consuelo del
Señor. Y acabarás, como dice el gran Elías al pueblo de Israel, ''cojeando de
dos piernas''. ''Bendito sea Dios Padre, Dios de todo consuelo; él nos consuela
en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda
tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios''.
Es lo que han hecho estos dos hoy. Humildemente, sin pretensiones, sin orgullo,
haciéndonos un servicio: consolarnos. Nos dicen también: ''Somos pecadores,
pero el Señor ha estado con nosotros. Éste es el camino. No se desanimen''.
Perdonen si les pongo hoy de ejemplo, pero todos debemos ser ejemplo para los
demás. Vayamos a casa pensando: hoy hemos tocado a los mártires''.