La voluntad es el poder de elegir, es esa fuerza que nos permite hacer lo que nosotros decidimos. La libertad en la persona humana, radica en la voluntad del individuo a encontrar y optar por su camino.
El ser humano es libre por voluntad de Dios y es por tanto responsable de la dirección que le da a su vida.
La historia nos relata muchos casos en los cuales el ser humano ha renunciado a su libertad para dar acceso a tantos personajes que han tomado de su parte el asumir la libertad del individuo como suya. El buen líder sería aquel que dirige a su pueblo en una dirección de acuerdo a la voluntad de Dios.
El entregar a un líder, incondicionalmente la libertad, envuelve una rendición, una sumisión, un abandono a la identidad. Los lideres por consiguiente tienen permanentemente, que ser observados por la gente, por el pueblo, cuidando de que ese camino y esa dirección se mantengan en curso.
Claro está que el pueblo, constituido de muchos seres humanos, cada uno con su voluntad propia y por tanto, cada uno con sus anhelos personales, de acuerdo o en desacuerdo con la voluntad de Dios.
Claramente en virtud a esta misma verdad, cuando las imposiciones del líder obedecen a la voluntad de unos en detrimento de otros, el líder es injusto y su función se reduce a satisfacer a pocos y esto no puede ser considerado el hacer el bien a esos pocos, sino muy por el contrario, a cada uno de estos pocos, se les pide no solo que abandonen su voluntad sino que peor aun, se les pide a cada uno que busque solo su propio beneficio, aun así sea ese beneficio el responder a lo que estos consideran caridad.
El bien común y la justicia social tiene y solo puede partir del individuo y jamás puede ser virtud del líder y solo este, sino tiene que partir de la gente, como individuos. La voluntad del líder en función del bien común y la justicia social solo puede estar en función a lo que como individuo él pueda ofrecer y aportar.
La libertad pues no puede ser servida por el estado sino que es un don de Dios y existe para ser utilizada en concordancia con todos los otros dones del Espíritu Santo; Sabiduría, Consejo, Conocimiento, Fortaleza, Ciencia, Piedad y sobre todo Temor de Dios.
Somos humanos porque somos diferentes a los demás seres de la creación, porque Dios nos ha puesto con la responsabilidad de ver a nuestros semejantes con amor manteniéndonos fieles a esos dos mandamientos que resumen los diez mandamientos; de amar a Dios encima de todo y mas que todo, y a nuestro prójimo, como a nosotros mismos.
El ser humano, la identidad que nos hace serlo, la individualidad que nos otorga esa libertad y la dignidad que nos hace posible el usarla, es un ser especial a los ojos de Dios y es por lo que Él no dejará nunca de amarnos y siempre estará listo a entrar a nuestro corazón.