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Este ladrón es Jesús,
y este ladrón Barrabás. ¿A cuál de los dos queréis que os entregue en libertad? Es necesario elegir, por toda la eternidad, entre un ladrón verdadero y este ladrón: la Verdad.
—¿Queréis que os suelte a Jesús?
—Suéltanos a Barrabás.
El uno roba los bienes,
el otro la voluntad; aquél para su provecho, éste para nuestra paz; el primero por malicia, el segundo por bondad; Jesús para nuestro bien, para su bien Barrabás.
—¿Queréis que os suelte a Jesús?
—Suéltanos a Barrabás.
El uno por lo de aquí
y el otro por lo de allá, cada cual según su amor, cada cual según su afán, ambos despojan al hombre de su vida y su caudal: Barrabás, de todo el oro, y Jesús de todo el mal. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás.
Los dos esperan al hombre
Con estos llamados «Versos de la Semana Mayor», el poeta argentino
Francisco Luis Bernárdez nos lleva a la conocida escena del juicio de Jesucristo,
el Hijo de Dios, ante Poncio Pilato, el gobernador de Judea. Lo hace con
licencia poética propia del caso, por medio de Pilato, como si éste fuera un
vidente que quisiera revelarnos sus pensamientos. Porque lo que Bernárdez
pone en boca de Pilato no lo pudo haber sabido aquel gobernador romano con
antelación al juicio. Pilato ni siquiera recibe el famoso recado de su esposa
sino hasta después de haber comenzado el juicio, cuando ya le ha preguntado
por primera vez a la multitud si quiere que le suelte a Barrabás o a Jesús,
al que llaman Cristo. Y lo único que manda a decirle su esposa en ese recado
es que no se meta con Jesús, al que ella llama justo, pues por causa de Él,
ella acaba de sufrir mucho en un sueño.2sin cansarse de esperar: Barrabás, días y noches, Jesús, una eternidad; cada cual a su manera, cada cual en su lugar: uno en las encrucijadas y otro en la cruz de verdad. Lo que hace Pilato, en la pluma de Bernárdez, es enfocar de un modo inusitado, pero bien pensado, la decisión funesta de la multitud. Con voz profética, le hace ver al pueblo judío que la verdad del caso es que no les corresponde escoger entre un justo y un ladrón, sino de cierto modo entre dos ladrones. Barrabás roba los bienes por malicia, para su provecho y su propio bien, mientras que Jesús roba la voluntad por bondad, para nuestro bien y para que tengamos paz. No es que Jesús nos robe la voluntad en el sentido de quitarnos el libre albedrío con que nos creó, sino todo lo contrario. Él nos roba la voluntad en el sentido de darnos la opción de permitir que, en nuestra vida, se haga su voluntad divina en lugar de la nuestra. Bernárdez, en voz de Pilato, tiene razón acerca de la Verdad. Cristo, por amor, quiere despojarnos de todo mal para darnos, en su lugar, vida eterna. Y nos espera «sin cansarse de esperar», con los brazos abiertos, como lo ha hecho desde el momento en que dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario hasta hoy, más de dos siglos después de que resucitó y se sentó a la derecha del Padre en la gloria celestial.3 Ahora sólo nos toca decidir: ¿Vamos a darle a aquel Jesús plena libertad en nuestra vida? |
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