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Monday, March 9, 2009

La tiranía de los impuestos a la renta

¿Es de validez moral el abandonar la casa, familia, hijos, y todo lo que poseyese algún valor para la prosperidad para cumplir con el pago de impuestos?

El mundo desde sus comienzos ha sido un continuo proceso de encuentros y conflictos entre lo que es servir a Dios vivo, padre y creador nuestro, y el servirse a uno mismo. El Decálogo vino a tiempo para rescatar al pueblo elegido de Dios de sus propias debilidades que estuvieron a punto de consumirlo en la ambición de dioses ficticios. Habiendo escapado del yugo egipcio, de la esclavitud a manos de quienes veían variedades de deidades, todas moldeadas a la ambición de sus soberanos quienes no se detenían frente a la realidad de la muerte para asignarse la condición de ser nuevos dioses, el pueblo elegido por Dios para moldear el destino de la humanidad entera, urgentemente se encontraba necesitado de encontrar a Dios, lo cual fue prontamente explotado por quienes hallaron en ello la oportunidad para utilizarlo a beneficio propio.
Reyes y monarcas de todo tipo, desde tiempos ancestrales han recabado de una u otra forma, tributo de parte de sus súbditos para poder cubrir los servicios de gobierno, la defensa de la comunidad y el orden público y asimismo servicios comunes, o en pocas palabreas lo que ha sido orientado al bien común. Lamentablemente asimismo, y desde tiempos ancestrales, individuos en el poder, han tendido a abusar su posición para buscar el beneficio poder y la ventaja respecto a sus semejantes generando la injusticia social en forma de desigualdad social y desprecio. Los tributos o tazas impositivas han sido progresivamente derivados a fines muy alejados del bien común y la justicia social.
La política, que en esencia es el gobierno para el pueblo, es la ciencia de la percepción y como tal ha sido abusada hasta lograr ser calificada como perversa, corrupta y vil. La percepción lograda obedece a lo que el pueblo ha recogido de la ambición y el abuso de los gobernantes y más aun, de los que conspiran detrás de estos para su propio beneficio. Sea esta la corte del faraón, Roma y todo reino y gobierno detrás de ellos, la corrupción se ha hecho evidente no en detrimento del sistema sino del gobierno que lo maneja.
La democracia no es el gobierno de las mayorías y no es la satisfacción de las minorías, es el gobierno del individuo en el pueblo. La diferencia radica en los resultados ya que los deseos de las mayorías sin un patrón de principios morales determinado que mantenga los limites de ese poder popular dentro de lo que representa la sociedad, prontamente se convierte en el domino caótico de cuanto antojo se implante por minorías ambiciosas y voraces de poder y control. De ahí la necesidad de la ley constitucional, mientras mas simple mas practicable y bondadosa. Difícilmente millares de dispositivos orientados a corregir una y otra vez el articulo anterior o hacer la ley aun mas especifica pero alejándose mas y mas de la justicia social y del bien común ya que en el afán de agradar a todos y satisfacer a cada uno, la desigualdad frente a la ley se hace mas incisiva y destructiva. La ley pues, para ser justa y proveer el bien común, desde la constitucional hasta el mas pequeño dispositivo legal debe de mantenerse lo mas simple en forma y contenido.
La ley, utilizada para servir a unos y no a otros, no la hace vehiculo de justicia sino de corrupción y abuso ya que remueve intrínseca y directamente el espíritu de igualdad en su alcance y aplicación. Por esta razón, ningún gobierno y a ningún nivel puede reclamar ser de alguna forma justiciero y bondadoso y por tanto no debe de hacer uso de la lay para tales fines. La función del gobierno es de aplicar la ley igualmente a todos y cada uno de sus súbditos y para lo cual la ley no puede favorecer a uno y no al otro consecuentemente debe de ser concisa y clara.
En el afán político de presentar una imagen de ayuda y salvación, siendo la política la ciencia de la percepción, esta ha aprovechado circunstancias temporales para implementar medidas permanentes y de basto alcance y destrucción. Asimismo, el mal ha aprovechado de la ambición política para crear l apercepción de crisis y con esta el ansia de salvación de parte de la ley impulsando la injusticia social disfrazada de lo contrario.
A consecuencia de la guerra mundial primera, la Gran Guerra, la guerra que pondría fin a todas las guerras, falaz expectativa en razonamiento ya que la paz es una consecuencia de la verdad y no de la falta de guerra, se determino en ciertos países el imponer una carga impositiva ‘temporal’, la cual sería utilizada para el costeo de esta gran guerra. Esta carga impositiva, en un afán de justicia, fue determinada en función al ingreso de las personas y por tanto constituyese pues el impuesto a la renta.
Es la realidad pues que el impuesto a la renta fue ni temporal ni justo y en vez de marcar el fin de la guerra, marcó el fin de la libertad del ser humano ya que el ser humano perdió la virtud de decidir el fin de lo logrado con el sudar de su frente, mas aun, este fue alejado de su primera función que es la de la manutención de su familia y el crecimiento de sus hijos siendo todo relegado con sometimiento a las bondades del estado. El estado de beneficencia fue institutito en forma permanente.
La crisis actual nos ofrece un paso mas en este proceso maldito de opresión y tiranía en el cual se nos ofrece soluciones ‘temporales’ virtud de la ‘bondad’ del estado mediante el uso de la ley reduciendo aun mas al ser humano a un súbdito sometido esta vez de un gobierno global y en forma ‘permanente’.
Las consecuencias del impuesto a la renta se han hecho notar desde su inserción en la vida del ser humano, mas notablemente en la depresión casi crónica que vive el individuo tratando constantemente de crecer bajo el yugo político de lo que es ‘correcto’ a los ojos de una elite escondida detrás de la opresión. Enfermedades como el cáncer, diabetes y un sinnúmero de otras condiciones antes extrañas o poco frecuentes, han aparecido en números mayores y asimismo el rompimiento familiar, divorcios, abandonos, etc. Todos consecuencia directa de la ambición humana de ver sus ‘problemas’ resueltos por alguien mas sirviendo de niñera, abandonando su suerte al egoísmo de otros, vendiéndose en una esclavitud total sin propósito ni bien común o justicia social.
Mientras que la mas legitima lucha actual es la restauración al derecho a la vida para todos los seres humanos desde su concepción hasta su muerte natural, y con esta, la preservación de la santidad matrimonial y la familia como única pieza fundamental de cimiento social; es asimismo imperativo el recuperar nuestro liderazgo sobre nuestra propia naturaleza y el reencontrarnos con Dios nuestro creador siguiéndolo y adorándolo únicamente a Él, confiando nuestro destino a su Plan Divino.
La constitución familiar por designio divino posee la fuerza para alcanzar esa meta que nos plantea el evangelio, de bien común y justicia social proveyendo primero ejemplo y luego soporte a nuestros semejantes a nuestro prójimo.
Los impuestos sin lugar a dudas son necesarios para la conducción del gobierno y el soporte de la ley pero estos deben de ser justos en esencia y su alcance para el bien común. Tal como somos pues en nuestra naturaleza humana, iguales frente a Dios así somos en consecuencia iguales frente a la ley, lo cual hace de la ley algo justo.
El impuesto a la renta no es un impuesto justo porque no es igualmente aplicable a todos y por consiguiente tiende a destruir nuestra condición humana y la relación que debe de imperar entre nosotros de amor y soporte ya que hace de la riqueza y la prosperidad el factor relativo para su aplicación.
El impuesto justo es el que tiene como enfoque únicamente el bien común y la justicia social y no es ni prerrogativa del estado ni de su conocimiento o pertinencia, el usurpar preciados recursos de los individuos o familias bajo la pretensión de estar proveyéndolos. El impuesto justo es pues el cual esta destinado lo mas esencial y por tanto debe de ser aplicable igualmente a cada uno de los miembros de la sociedad. Dentro de esta premisa el pago directo por los servicios es la forma mas justa, pago a un gobierno limitado en sus funciones a las necesidades vitales del individuo y la familia.
Ni el estado y ciertamente tampoco el gobierno, ninguno de ellos es capaz de amar o de expresarse o de experimentar ninguna clase de sentimiento. Los ojos, oídos, tacto, olfato o gusto del gobierno pueden solo existir a través de las personas que lo constituyen y por tanto el riesgo constante de injusticia y la necesidad de limitar su poder. Dentro de esa premisa y siendo el impuesto a la renta consecuentemente una expresión de hipocresía y no de amor, debe de eser eliminado a la brevedad mas que nada, por sus terribles consecuencias. Sociedades enteras are diseminadas y perdidas en esclavitud, en una dependencia total a merced del político y sus ambiciones y vicios.
La familia humana creada por Dios para nuestra salvación en el ámbito de la justicia social y el bien común; se constituye como el vehiculo natural de manutención social en la relación segura del amor donde el egoísmo es proscrito por la naturaleza misma de su compromiso y que va de padres a hijos y viceversa y de generación a generación. Complemento del amor familiar está el papel de la Iglesia como vehiculo de salvataje o curación como cuerpo de Cristo en la tierra y guía del Espíritu Santo y por tanto puramente vocacional.
El ser humano no puede, ni debe de tratar, de destruir lo que Dios a creado y por tanto ni puede modificar la esencia pura del matrimonio que es la unión únicamente posible entre un hombre y una mujer para la procreación, ni puede desvirtuar el bien común removiendo el motivo vocacional de las funciones eclesiásticas ni asimismo puede hacerlo de las funciones laicas vocacionales de bien común aplicable a cualquier profesión u oficio.
La nota pues es que la función propia de cualquier nivel de gobierno no es la de proveer servicios sociales sino de permitirlos, de promover el bien común a través de la protección a ellos otorgada y no en la presunción de poderlos asumir sin interés ni compromiso.
El impuesto a la renta pues, concebido como medio de ayuda para la financiación de la guerra, lo cual no debe de ser necesario en sociedades libres y con ansias de preservación, ha completamente excedido sus funciones y capacidades y debe de ser eliminado a como de lugar y lo mas pronto posible ya que carece de propósito noble y su daño es notable en una espiral de desesperación y destrucción del alma.