English version

Friday, May 1, 2009

Encrucijadas

El mundo ha pasado por miles de situaciones en las cuales la esperanza de algo nuevo ha venido y se ha ido y nos ha dejado una sensación de desamparo y desilusión destruyendo expectativas e impulsando el pesimismo y el abandono de la fe.

Solo la verdad única y absoluta nos ha hecho recobrar el curso y nos ha proveído del coraje y el tesón necesario para triunfar en nuestra jornada.
Cuando la fe queda relegada a la circunstancia es cuando el espíritu abandona el alma y el impulso se ve motivado exclusivamente por lo que es o percibido en beneficio del yo, con el consecuente abandono de todo lo que rodea a la persona, haciendo de esto; gentes, otros seres vivientes y cosas; objetos de usufructo para el crecimiento y cultivo del ego, quedando este como lo único importante y necesario.
Esta condición implica la destrucción de cualquier condición especial de la persona humana ya que el prójimo queda reducido a un recurso. Quedando la persona humana relegada a una condición de igualdad al resto de la creación, el sujeto no puede impedir ser arrastrado, pese su negación, en el mismo proceso y por tanto su uso, o mejor puesto, abuso, de otros seres lo dispone a su propia perdición.
El sujeto entonces, en su arrebato por no estar en el plano de los demás, se torna en algo especial dentro de si mismo y se posiciona de tal manera que fuerza la reducción de sus semejantes y todo lo demás que lo rodea a constituirse en algo inferior.
El estudio o la lectura nos hace investigar y encontrar verdades quizá antes ocultas y hasta nos proporciona cierto prestigio que tienden a adornar nuestro ego presionándonos a sentirnos mas, tentándonos a abandonar nuestra humildad a favor de una vanidad que nos presenta como superiores. Nuestras convicciones y nuestras conjeturas nos presentan la vida en un sabor que nos tienta y nos endulza pero que a la vez nos pone en peligro de caer en el elitismo.
Este elitismo, si lo dejamos progresar, valga la redundancia, progresivamente nos hace creer cada vez mas en esa verdad nuestra generada debido a nuestro abandono hacia los demás y nos hace someter a lo que nos rodea a ese mundo fantasioso e irreal que hemos formado en nuestra mente.
Nuestra realidad actual, como en el transcurso de la historia, sea el plano histórico Babilonia, Caldea, Asiria, Egipto, Grecia, Roma y hasta el mismo Israel y mas cercanamente, el imperio romano de oriente y de occidente y en adelante; todos, de una u otra forma han terminado debido a ese abandono a favor de satisfacer las fantasías de bienes materiales y de determinados personajes y caracteres los cuales han vivido exclusivamente en función a lo que a ellos les favorecía, incluso en el caso de los que trataban de hacer el bien pero justificando el mal para ello.
Tan solo mientras se ha mantenido esa verdad absoluta e inalienable es que se ha prosperado y creado para la posteridad algo de valor, algo digno de perseverar o moldear a favor del bien común y por consiguiente de la justicia social.
Justicia no existe sino es en función del bien común y desde el individuo o no es justicia sino auto servicio.
El mundo actual pues y tal cual se ha encontrado antes, siglos atrás o solamente en el siglo pasado, se encuentra en nuestros días ante tal encrucijada que es aquella que demanda del individuo una elección, una decisión al camino a seguir, desde el individuo hacia la sociedad, perseverando la identidad y la dignidad o, entregando esa individualidad al contexto social, perdiendo con ella identidad y dignidad para ser estas dispuestas y dictadas por extrañas elites de dudosa intelectualidad y mayormente carente de principios morales.
Lamentablemente la codicia de los que han pretendido favorecer al individuo, han contribuido debido a esta carencia de amor por sus semejantes, y por consiguiente a su egoísmo personal, a proyectar una imagen tal que ha sido aprovechada por esas elites listas a absorber la individualidad de la gente hacia su destrucción.
Bajo ningún punto de vista esto destruye la verdad absoluta de la necesidad de poner la individualidad y naturaleza de la persona humana por delante, sino mas bien hace enfática la urgencia de la prevalencia de la verdad del amor, el que está identificado y definido por el acto de dar sin esperar jamás recompensa otra que no sea el placer de servir a Dios.
La felicidad radica no en el placer sino en la falta de dependencia y en la encrucijada actual es la dependencia o la supresión de la libertad la que ha sido abusada a través de créditos fáciles y de impuestos opresivos y ahora esa condición esta siendo explotada para establecer la dependencia en obscuras elites escondidas tras la efigie de una clase de gobierno ansiando reemplazar a Dios en un nuevo mundo pagano, como aquel becerro de oro que distrajera la trayectoria moral del pueblo elegido mientras que Moisés recibía las tablas de la ley.
La libertad como algo absoluto, ha sido a través del tiempo el elemento de preferencia de reyes y tiranos y de gobiernos de todo índole como elemento de control y despotismo, la cual habiendo sido propuesta como fin, ha terminado siendo suprimida sea como esclavitud del cuerpo o del alma, porque la libertad es relativa a la responsabilidad que tenemos sobre ella o a consecuencia de ella.
En la encrucijada actual es la esclavitud del alma la que se ofrece como una forma de libertad dibujada sobre un control absoluto o sojuzgamiento total, oculto detrás de una aparente bondad del sistema y de las elites detrás de este.
Es importante frente a esta disyuntiva el de mantener en mente la necesidad de optar por lo que representa el perseverar la identidad de la individualidad y la dignidad personal, a todo coste y olvidando o poniendo a la vanguardia la satisfacción material.
El Espíritu Santo nos ha dotado de dones los que estamos llamados a cultivar; sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, y que enfatizan nuestra condición humana y nuestra dignidad como criaturas de Dios. Especiales y perfectas sobre el resto de la creación.
El camino a seguir pues debe de ser trazado en base a esa condición de fieles y de ovejas en el rebaño del señor. Las alternativas brillan en el escaparate, pero una vez recogidas, pierden su brillo y se convierten en un lastre. La humildad y el amor por su parte son perecederos ya nos acercan a la esencia de nuestro ser, nuestra humanidad.