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Thursday, August 20, 2009

Lo que somos y lo queremos ser

Persistentemente se ha hablado de la clara definición entre el bien y el mal y como consecuencia de lo oposición entre estos polos; sobre el egoísmo y el amor;
el primero como la manifestación de maldad y el ultimo como la manifestación mas pura de bien.

Existen sin embargo métodos y extremos, esquemas y condiciones; que hacen que uno sea empujado con mas intensidad hacia el uno u el otro y estas condiciones están reflejadas en intensidad en la disposición del individuo a renunciar su condición natural de criatura de Dios, de ser humano, para entregarse a lo que el mundo ofrezca como beneficio temporal mientras pasamos hacia la eternidad.
Solo existe un camino a Dios y es a través de la verdad y el amor, cualquier otra artimaña artificial nos expone a una quimera y por tanto nos termina negando la esencia pura del bien o la apreciación real de la obscuridad y destrucción del mal.
La libertad es un don de Dios, dado por Él y es por tanto relativa a Su satisfacción y no la nuestra o de cualquier otra entidad que ilícitamente reclame el tener la virtud de otorgar la libertad, equívocamente calificada como deidad tras un disfraz de ambición o crecimiento personal.
El estado, la nación, el país; cualesquiera que sea la agrupación social organizada o como sea esta dispuesta; esta sometida a un solo Dios el cual es la verdad absoluta y la esencia pura del amor.
Nuestra libertad, relativa tal cual es, es dependiente y por tanto atada a la responsabilidad de cómo manejamos esa libertad. Por lo que de una u otra manera, terminamos siendo cada uno responsable por nuestras acciones, decisiones y elecciones. Cuando renunciamos a cierta responsabilidad, implícita y explícitamente renunciamos a nuestra libertad ya que pretendemos hacerla independiente de ella.
Mientras que es pertinente el trabajar y ser creativo, utilizando nuestra inventiva con el fin de hacer nuestras limitaciones mas llevaderas, es de trascendental importancia el cautelar nuestra natural condición humana y la necesidad de amar a Dios sobre todo y a nuestros semejantes como a nosotros mismos. Nuestra creatividad e imaginación cumple su cometido cuando es aplicada en función para el bien común.
Cuando se busca utilizar la organización social, sea este el estado, o cualquier otro nivel de organización para beneficio propio, incluyendo el sometimiento de nuestras libertades a una autoridad alejada de los designios divinos se incurre en egoísmo pues se aparta al prójimo en beneficio del servicio propio.
Las circunstancias no pueden convertirse o tornarse en la justificación para ansiar el ser puesto al centro y dejarse ser presa del egoísmo. El bien común no es un concepto que se genera de la sociedad hacia el hombre sino que aflora desde el individuo como la manifestación de amor y verdad que es, de justicia social. La brecha que existe entre una idea y la otra es diametral en su oposición y está constantemente representada en la animosidad política y en la vida diaria.
La idea de colectivismo como la culminación de la historia, choca directamente con el amor y el bien tal cual es proyectado por la verdad que nos trajera Jesús, puesto que lo que siembra Cristo es el amor, lo cual solo puede nacer del individuo dentro de esa relación entre este y Dios, mientras que el socialismo, o mas claramente llamado colectivismo, lo que persigue es la entrega de la identidad e individualidad de la persona humana así como de su dignidad a favor de entregar al estado la potestad de decidir y resolver todo lo que es pertinente exclusivamente del individuo o de la familia.
Mil formas se pueden explorar para describir la verdad de la naturaleza humana y en mil otras formas se puede pretender esa verdad no ser mas que de una objetividad relativa al ser y el momento histórico, como si la vida fuese un tablero de ajedrez en el cual uno ha abandonado un cuadrante para simplemente asumir otro cuando en realidad existe una causa y una consecuencia y por tanto una intima relación entre lo que ha sido y lo que es pero dentro del mismo plano real de una verdad absoluta.
Cuando se habla de una verdad relativa lo que se hace es destruir cualquier tipo de causa y consecuencia pretendiendo que la vida es un momento y nada mas consecuentemente relativo exclusivamente al yo.
El pasado es historia y el futuro es un misterio mientras que el presente es el momento actual. Esta premisa no desconecta el pasado y el futuro sino que los hace participes en la verdad absoluta ya que permite corregir los errores y reflexionar sobre las vivencias del pasado y mas perfectamente; reconciliar los pecados, y asimismo nos permite vivir el presente haciéndonos mejores en función a lo que nuestra naturaleza humana en nuestra relación con Dios demanda. Indudablemente, esto nos posiciona para poder recibir el futuro con dignidad, con fe, esperanza y amor.
La verdad relativa nos esclaviza al pasado puesto que no permite sino poner al presente en función a este y el futuro también porque no reconoce ni perdón ni arrepentimiento ni contrición ni penitencia y desde tampoco reconciliación, de tal forma atando el alma a lo intangible lo fantástico y por tanto irreal.
La verdad absoluta nos da fe en vez de miedo, esperanza en vez de desesperación y amor en vez de egoísmo. Es el antidoto natural
Es de trascendental importancia pues el asumir la individualidad, identidad y dignidad con la que hemos sido creados para lograr la libertad, la independencia necesaria para mantener esa íntima relación con Dios Nuestro creador y Su Santísima Trinidad.